CAMBIA EL JUEGO
Todas las criaturas tienen la necesidad de jugar y divertirse a través de los juegos y los juguetes. El juego es una manera de satisfacer sus necesidades de moverse, relacionarse o curiosear. Desde la Convención de los Derechos de la Infancia de 1989, la legislación internacional y diferentes leyes se han comprometido a garantizar los derechos de niños y niñas sin distinción de sexo. Esto significa que el sexo nunca puede ser un motivo para relegar a nadie a una posición menos importante que el otro sexo. Lo que ocurre es que los elementos más seductores de esta sociedad, los que aparentemente son más inocentes y, ahora junto a la televisión, Internet, la publicidad…, a menudo ofrecen a las niñas y a los niños cosas diferentes:
A ellas, que utilicen su cuerpo para tener éxito en la vida, y a ellos que sean fuertes y competitivos para ser hombres de éxito.
Se presupone que las niñas tienen las herramientas de la seducción de forma innata y los niños tienen las herramientas de la fuerza o la competición por la influencia previa de unos prejuicios que nos sirven para juzgar la realidad.
Fuente: Pixabay.com
A lo largo de la historia, en diferentes culturas, los juguetes han cumplido una función de lanzar, correr detrás, golpear, hacer ruidos, representar personas o animales y también han servido para aprender los roles asociados al género asignado. Ahora bien, con el desarrollo del plástico y la publicidad se han ido diferenciando cada vez más los productos para niños y para niñas. Ha sido una estrategia de marketing que ha hecho más profunda la división de los juguetes por cuestión de género.
Os invitamos a mirar el mundo de los juguetes con otra mirada, para ver cómo el diseño de juguetes se ha diferenciado en función del sexo, identificando estereotipos que afectan a niños y niñas desde la cuna. Solamente analizando con perspectiva de género muchos juguetes podremos ver como niños y niñas aprenden de forma inconsciente modelos y roles propios de la masculinidad y la feminidad.
El código rosa y el código azul
Fuente: elaboración propia.
El código rosa y el código azul sirven para distinguir y dividir la oferta de juguetes por sexo, se utilizan como una guía para las criaturas y sus familias porque cuando miran un catálogo ya saben a qué sexo pertenecen y pierden la oportunidad de valorar si les gustan otras cosas. Lo que sucede en la primera infancia contribuye a su socialización, inculcando valores, creencias, expectativas… y todo tiene una influencia en la construcción de la personalidad y la identidad de las personas. En base al sexo de la criatura, construimos unas expectativas y esta clasificación no es natural, tiene origen cultural y, por lo tanto, no depende de la genética. Por lo tanto, podemos decir que las diferencias de género en el juego, limitan el desarrollo de niñas y niños desde el nacimiento.
¿Cómo se plasman las diferentes expectativas a través del juego y del juguete?
Fuente: Museu del Joguet de Catalunya (Figueres)
Detrás de formatos aparentemente inocentes como son los juguetes, se inculcan valores y ideas de cómo deberían ser las relaciones entre los géneros, los espacios donde se mueven, los roles y también nos muestra quien tiene el poder. Disponemos de unos modelos creados, unas pautas culturales de género que se transmiten y consideran qué es y qué no es adecuado para niños o niñas.
Si estimulamos más a las niñas para que jueguen a gustar o a cuidar, estamos favoreciendo su desarrollo como personas que se relacionan con bebés o para construir su autoestima en función de la mirada del otro, el «ser para otros» y no el «ser para sí mismas». Si estimulamos a los niños para que jueguen con juegos bélicos están naturalizando que pueden resolver los conflictos a través de la violencia y que no pueden expresar miedos y tristeza porque no forma parte de la condición de un superhéroe o de alguien que debe ser valorado por lo bien que juega o lucha.
Por lo tanto, estamos proyectando modelos que ya se tienen asimilados y que tiene que ver con lo que se espera de un niño o de una niña. El sexismo es el sistema que considera que hombres y mujeres son diferentes y, por lo tanto, se les asignan diferentes espacios, actitudes, características o habilidades y se da más prestigio a todo lo que se considera masculino. El mensaje de que mujeres y hombres forman parte de diferentes mundos -antagónicos y complementarios- es constante. Este mandato de género se ha reproducido histórica y culturalmente de la siguiente manera:
Si eres niño te orientaran a desarrollar aspectos considerados propios de la masculinidad como la representatividad, el liderazgo, la autoridad o la violencia y, si eres niña, tu papel se basará en el mantenimiento del orden familiar, la exposición del cuerpo, el rol de ser una buena madre o esposa.
Barbie y las muñecas que aprenden a gustar
Fuente: Primera Barbie (1959) Museu del Joguet de Catalunya (Figueres)
Barbie nace para que las niñas empiecen a proyectar sus sueños y sus aspiraciones. Una joven con un físico potente, pechos prominentes, cintura minúscula y largas piernas era presentada el 9 de marzo de 1959 en la Feria Internacional de Juguetes de Nueva York. La primera Barbie aparece con bañador estampado de cebra, una cesta de playa, sandalias, gafas de sol y pendientes. Barbie asumía las aspiraciones de niñas a partir de 7 o 8 años. El 1999 representaba un 10% del volumen de negocio a los Estados Unidos y desde 1998, a través de una página web, una criatura ya podía hacer clic a la pestaña «Añadir a la lista de deseos». De manera sutil, una niña podía empezar a configurar una Barbie virtual a su medida, ocupando un sitio indiscutible en el deseos de millones de niñas. Hoy en día, existen han aparecido otras muñecas que cumplen esta función como las Bratz o muchas princesas Disney convertidas en muñecas.
El mensaje que las niñas es que son objetos sexuales para el placer del otro se transmite desde bien pequeñas. Se entrena a las niñas para que tengan cuidado de su aspecto físico sobretodo a través del juego.
Lo que es importante señalar es que el prototipo de belleza de las mujeres se aprende cuando se es niña, a través de la hipersexualización de las niñas.
Cualquier catálogo de juguetes da por hecho que las niñas juegan con muñecas y también se les dice que se espera que se conviertan en réplicas de sus juguetes preferidos. La estrategia de marketing hace que cualquier niña del mundo pueda sentarse delante de un televisor y ver una película de princesas mientras juega a disfrazarse de ella. Luego puede tener las bragas, los accesorios de pelo y volver a casa para mirarse en el espejo del tocador de sus muñecas. A las niñas se les transmite el mensaje de que es más importante estar sexis que ejercer una profesión. Fijaros en los catálogos de juguetes y contad cuántas y qué referentes tienes:
Una niña tiene más referentes para ser ama de casa, mamá o una mujer preocupada por su aspecto físico y salir de compras que una referente de mujer que ejerza cualquier profesión.
Las marcas de moda visten igual a niñas que a mujeres. Las familias que no se dan cuenta de las consecuencias facilitan que las mismas niñas acepten este papel de objetos sexuales. Si se percibe a la niña como un objeto, deja de ser una persona con entidad propia. Les estamos diciendo que lo más importante es que sean bonitas o consigan ligar para tener éxito. Desde la educación formal se les dice que son iguales pero luego no se plasma en lo que ven en los juguetes, donde se refuerzan los estereotipos.
Observad también los disfraces:
Los de los niños son realistas -bomberos o médicos- y los de las niñas están sexualizados.
Fuente: Catálogo de juguetes 2018.
Las diferencias de género, por lo tanto, empiezan en la infancia: princesas para ellas, superhéroes para ellos; niñas de rosa y niños de azul.
Masculinidad y juego bélico
La asignación de los niños al mundo bélico ha sido también una constante y sigue perdurando y lo ilustra una gran cantidad de catálogos con personajes masculinos representando ejércitos de diferentes países, reflejando un momento histórico y también el papel que se le ha dado al niño. Bertha von Suttner explica cómo se han construido roles diferenciados de mujeres y hombres en la educación para la guerra.
«No van a la guerra las niñas, pero leen los libros que tiene por objeto desarrollar en los niños las virtudes militares. De lo que resulta que unas y otros se forman la misma concepción de la idea de patria».
A ellos, les ha proporcionado una aureola de honor, gloria, satisfacción por haber cumplido y ellas han sido educadas en los dulces sentimientos. Se les ha dormido con biografías, textos, imágenes y relatos que ensalzan el lado mítico del militarismo. Su papel es resignarse, esperar, rezar. Para él es un acto heroico, una forma de consolidar en público su virilidad.
La mayoría de juguetes asociados a la masculinidad tienen que ver con el dominio del espacio, el control del otro, la resolución de los conflictos a través de la violencia y la destrucción de la vida. Esto no significa que todos los niños lo incorporen, pero es el modelo de masculinidad que se les ofrece. Existen emociones como la tristeza y el miedo que se relacionan con la feminidad y están muy poco valoradas en los niños. Deberíamos romper con esta visión y permitir que los niños puedan también expresarlas sin miedo. Pero la exigencia del rol masculino es todavía hoy la de tener que demostrar constantemente el poder y la fuerza y la inhibición de las emociones. Un canon muy injusto y causante también de frustración para niños y hombres.
Fuente: Pixabay.com
Feminidad y juego de la vida familiar
En el siglo XX, en Europa emergen nuevos juguetes vinculados a lo que ocurre en el ámbito privado de la vida familiar. Empieza una prolífica producción de juguetes vinculados a las tareas domésticas, juguetes que son el reflejo del camino que tienen que seguir las niñas. Hoy en día, analizando cualquier catálogo de juguetes o tienda de juguetes, seguimos viendo dos pasillos con funciones totalmente distintas: para jugar en el espacio exterior y otro para jugar en el espacio familiar del hogar esperando a ser ocupado por niñas.
Fuente: Pixabay.com
En resumen, si nos ponemos a analizar el abanico de la oferta de juguetes para niños y niñas, vemos como los juegos que simulan roles en el ámbito público (transporte, aventuras, construcción, uso de la fuerza para batallar, jugar a una profesión, a ocupar el espacio o las guerras) se asignan todavía a la masculinidad. En cambio, el espacio privado, la vida familiar, los juegos de niñas, la maternidad, la belleza, el amor y el hecho de entregarse al otro se ha puesto y sigue estando en el centro de la vida de lo que se dirige a las niñas. Todo esto hace que las niñas y los niños adquieran habilidad, capacidades y proyecciones de futuro distintas. Lo aprenden a través del juego, interirorizando que sus funciones y responsabilidades deben ser diferentes y crecen midiéndose y valorándose a partir de este modelo social de ser mujer o hombre, dejando poco margen a desarrollarse libremente.
POR UN USO NO SEXISTA DE LOS JUGUETES
Hacemos un uso sexista de un juguete cuando facilitamos que las criaturas afiancen aprendizajes de los roles sexistas y ponemos obstáculos para el resto de juegos. Cuando asimilamos la división sexual del juego, de las actitudes, de las capacidades de los valores como algo natural.
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